MED-ESTETICA.com

19 mayo 2016

 

 

La cara… espejo del alma: envejecimiento cutáneo facial

Dr. Miguel Cervantes Sánchez

Vocal de la Secció Col·legial de Metges d’Estètica del CoMB

 

La morfopsicología nos da la razón cuando decimos que “la cara es el reflejo del alma”. Sin saber muy bien por qué, un determinado rostro nos hace experimentar sensaciones positivas o por el contrario muy negativas.

 

Georg Simmel, sociólogo y filósofo alemán, afirmaba que “en el conjunto de lo que percibimos no hay estructura comparable a la del rostro humano” añadiendo que “sólo el rostro humano es capaz de combinar el mayor número de formas y gestos en una unidad absoluta de significados”.

 

La literatura mundial está repleta de referencias a la cara humana: “dar la cara”, “ponerse cara a cara”, “a mal tiempo, buena cara”, “valer un ojo de la cara”, “el mal o el bien, a la cara sal”, “una mano lava la otra y las dos, la cara”, “tener doble cara”, etc. haciéndonos reflexionar respecto de la importancia histórica del rostro en todas sus facetas expresivas y en multitud de culturas.

 

Lo cierto es que nuestro rostro es la “carta de presentación” más inmediata y, como tal, su aspecto y expresividad tiene una enorme importancia.

 

La gesticulación constante, el ineludible paso del tiempo y las agresiones físicas externas a las que estamos expuestos hacen que nuestro rostro sufra una serie de cambios que desembocan en lo que globalmente denominamos envejecimiento facial.

 

En la actualidad, en plena era de la imagen y la comunicación, se hace aún más indispensable disfrutar de la máxima “salud facial”.

 

Sin necesidad de pasar por un quirófano y con técnicas contrastadas científicamente y en manos profesionales bien entrenadas, existen, en la actualidad, una serie de tratamientos médicos que nos pueden ayudar mucho a mejorar nuestro aspecto facial y a retrasar la huella que el paso del tiempo deja, inexorablemente, en nuestro rostro.

 

Nuestra cara dispone de 43 músculos que pueden contraerse en mayor o menor medida tanto de forma consciente (por ejemplo, cuando hablamos) como inconsciente (por ejemplo cuando nos sorprendemos) dando lugar a una serie de patrones de expresión que son propios de los humanos.

 

En este contexto, la famosa toxina botulínica consigue, si se conoce bien la anatomía facial y en manos de profesionales médicos expertos, disminuir las arrugas del tercio superior de la cara. Los resultados que se consiguen en la actualidad son muy naturales, dejando la expresividad prácticamente intacta.

 

Los implantes faciales son, actualmente, muy seguros, con productos muy bien tolerados y pueden “rellenar” arrugas, perfilar y aumentar el volumen de los labios y definir contornos.

 

La mesoterapia facial consigue, inyectando (por ejemplo) complejos vitamínicos de eficacia contrastada y ácido hialurónico, inducir la síntesis de colágeno propio mediante el estímulo de los fibroblastos que de forma natural se encuentran en la piel y que con el paso de los años se han hecho “perezosos”.

 

Los láseres de última generación y los peelings químicos médicos bien escogidos, indicados y utilizados consiguen atenuar e incluso suprimir esas “manchas” faciales tan inestéticas y que en muchas ocasiones son consecuencia de un exceso de exposición solar. Asimismo, pequeñas cicatrices consecuencia de enfermedades cutáneas pasadas, como el acné, pueden verse muy mejoradas.

 

Existen también otras muchas técnicas como la radiofrecuencia médica facial, la fototerapia con luz pulsada y ultrapulsada médica, el empleo del plasma y sus derivados (incluidos los factores de crecimiento plaquetarios), la terapia celular regenerativa, los hilos de polidioxanona y un largo etcétera que deberán ser valoradas por un profesional médico para tratar las patologías estéticas faciales del rostro.

 

Con estos y otros muchos tratamientos médicos se consigue mejorar la hidratación cutánea facial, aumentar la elasticidad perdida y favorecer la regeneración y reparación celular de nuestra piel.

 

No cabe duda de que un rostro bien proporcionado, con una piel limpia, brillante y tersa, y con buenas expresiones, en definitiva un rostro “bello”, es un rostro que nos atrae y nos transmite paz y serenidad.

 

La felicidad reside, en gran medida, en sentirnos bien con nosotros mismos y si el rostro es el espejo del alma, cuando nos miramos en un espejo ofrecemos a nuestra alma la imagen de nosotros mismos, haciéndonos sentir muy felices sólo si lo que vemos es acorde con lo que creemos y queremos ser.

 

Busquemos un aliado de nuestro rostro en los profesionales médicos bien formados, capacitados y titulados de nuestro país, porque ellos serán quienes nos ofrecerán la mejor opción terapéutica después de un detallado estudio de nuestras características y circunstancias específicas, y teniendo en cuenta nuestras necesidades y expectativas.